El crimen del medico de Cantalejo

El día 17 de Febrero de 1935 fue vilmente asesinado en la ciudad de Cantalejo (Segovia) el Médico titular don Julián Para Santa Engracia. Este crimen, por la barbarie e incivilidad que en si encerraba, tuvo una resonancia enorme, levantando justísimas protestas de indignación que fueron recogidas por toda la Prensa; que igualmente publicó las peticiones que, «como reparación debida a la clase sanitaria de Segovia y de España entera», elevaron al Ministro de la Gobernación las Asociaciones representativas de la referida clase en esta provincia, y entre las que figuraba, en primer término, la destitución inmediata del Secretario del Ayuntamiento de Cantalejo, D. Germán Martin Hurtado.

El colegio oficial del secretariado local de Segovia, considerando que la petición de destitución del secretario arroja contra este funcionario una sospecha de culpabilidad más o menos directa en tan lamentable suceso; ante la gravedad que este hecho supone para la dignidad profesional de la clase, y no considerando justa ni adecuada tan simplista petición y sí de una necesidad absoluta el esclarecimiento total de la conducta observada por este funcionario, envía a un delegado D. Bienvenido Gil, Secretario del Ayuntamiento de Escobar de Polendos para que con toda imparcialidad  realice actuaciones pertinentes para averiguar la relación que pudo tener el Secretario del Ayuntamiento de Cantalejo D. Germán Martin Hurtado, con el horroroso crimen cometido en dicho pueblo en la persona de su Médico titular D. Julián Para Santa Engracia.

El resultado no puede ser más concluyente, ni más favorable para el Sr. Martín Hurtado, Secretario del Ayuntamiento de Cantalejo. Ello hace resaltar la ligereza de su acusación; ligereza impropia de la responsabilidad que lleva consigo todo cargo público, cuando precisamente el que lo ocupa debe prever y evitar la consumación de sucesos tan lamentables, y máxime si se tiene la seguridad de los hechos acusatorios, pues entonces no se lanza la acusación, sino que se exige su castigo. Lo contrario es una cómoda y torpe manera de eludir las propias culpas.

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