Arce Monzón, Luis

El que fuera secretario general del Ayuntamiento de Oviedo durante dieciocho años, Luis Arce Monzón, falleció el miércoles 1 de julio de 2012 a los 87 años en Oviedo. Personaje imprescindible del proceso de transición democrática de la Corporación municipal a finales de los años setenta, desarrolló su magisterio con cinco alcaldes, Manuel Álvarez-Buylla, Félix Serrano, Eloína Suárez, Luis Riera y Antonio Masip, para asesorarles legalmente e iniciar la modernización de todos los servicios y órganos municipales.

Al margen de su labor de hombre de leyes, la vida de Arce Monzón estuvo ligada indiscutiblemente a la figura de su padre, el brillante pedagogo Baudilio Arce y Arce, de quien heredó el amor por el estudio y la constancia. El que fuera secretario general del Ayuntamiento nació en Oviedo en 1925. Estudió de niño en las escuelas públicas Rafael Altamira del barrio de San Lázaro y en el colegio de la calle Quintana. Cursó la enseñanza media en el entonces llamado Instituto Nacional y acabó el Bachillerato con matrícula de honor. Sus inquietudes intelectuales pronto le llevaron a matricularse en Derecho en la Universidad de Oviedo, de la que salió bajo el brazo con uno de los sobresalientes de la promoción académica de los años 1944 a 1949.

Tres años más tarde ingresó por oposición en el Cuerpo Nacional de Secretarios de la Administración Local y su buen hacer le llevó a ocupar las secretarías de los ayuntamientos de Cudillero, Llanera y Castrillón, al tiempo que trabajaba en la Diputación Provincial bajo la presidencia de José López-Muñiz, donde la meticulosidad de sus informes jurídicos fue crucial para la puesta en marcha de organismos como un consorcio de abastecimiento de agua y saneamiento en el centro de Asturias.

Al Ayuntamiento de Oviedo llegó en 1966 cuando accedió al cargo de oficial mayor y, posteriormente, en 1972, fue nombrado secretario general. Fue entonces cuando Luis Arce se demostró como uno de los principales artífices del ajuste y elaboración de una nueva administración local acorde a la Constitución de 1978.

En 1990, coincidiendo con su jubilación, el Pleno del Ayuntamiento, a propuesta del entonces alcalde Antonio Masip, le concedió la medalla de oro de la ciudad.  Medalla de Oro concedida el 08/06/1990 y puso su nombre a la biblioteca del Consistorio en reconocimiento a su arduo trabajo para ponerla en funcionamiento.

En 1965 recibió la Orden al Mérito Civil, y en 1976 fue elegido como miembro de número de la Academia Asturiana de Jurisprudencia, en un acto todavía hoy recordado por la fuerza de su discurso inaugural, pionero y atrevido para su época, y que versó sobre «La autonomía municipal en el Derecho español».

Como miembro fundador y secretario de la Academia de Jurisprudencia, dirigió varios años la revista jurídica asturiana, editada por el propio organismo, y en la que publicó numerosos artículos e investigaciones. Arce Monzón fue un referente en Derecho Administrativo local, nacional e internacional, y escribió múltiples trabajos y estudios, entre los que destacan «El recurso de reposición en la administración local», «La contratación en las corporaciones locales» o «Las excepciones a los planes de urbanismo».

Estaba casado con Concepción Janáriz, hija del comandante Janáriz, con quien tuvo dos hijos: María Isabel Arce, licenciada en Derecho, y Alberto Arce, letrado mayor de la Junta General del Principado.

http://www.lne.es/oviedo/2012/08/03/el-magisterio-de-luis-arce/1279316.html

El magisterio de Luis Arce

La difícil tarea de un funcionario de la Administración en tiempos convulsos

JUAN GONZÁLEZ-SALAS FOLGUERA, PTE. DEL COLEGIO DE INTERVENTORES

La noticia del fallecimiento de Luis Arce Monzón, que fue, entre otros cargos, secretario general del Ayuntamiento de Oviedo, ha provocado entre todos los que hemos sido sus compañeros en el ejercicio de la función pública local una especial emoción. Secretarios, interventores y tesoreros de la Administración local hemos perdido una personalidad, referente por su honestidad moral y por su solvencia profesional, que no debemos olvidar.

Creo que no es momento de reiterar lo prolija y entregada que fue su trayectoria profesional ni sus méritos y aportaciones como gran jurista, ya que todo ello ha sido suficientemente reseñado durante estos últimos días por quienes lo conocieron más de cerca. Sí quisiera, en cambio, intentar emplear este espacio para significar lo que ha representado Luis Arce como miembro del extraordinario grupo de funcionarios pertenecientes a los antiguos cuerpos nacionales de la Administración local -hoy de habilitación estatal-, quienes por circunstancias históricas tuvieron la gran responsabilidad, pero al mismo tiempo el honor, de ser protagonistas del impulso, de la adaptación y de la transformación de unas obsoletas administraciones locales en unas nuevas instituciones fundamentadas en los nuevos principios democráticos formulados en la Constitución de 1978.

Comentaba hace unos años, a raíz de la muerte de otro admirado compañero como fue Jesús Ferrero, interventor general del Ayuntamiento de Gijón, que en el tránsito que se inició desde un régimen centralista y no democrático las entidades locales -como administraciones más cercanas a la realidad de la sociedad- fueron las artífices del mayor impulso democratizador, empujadas por un movimiento ciudadano y asociativo esencialmente reivindicativo y por una clase política ilusionada con la transformación de sus pueblos y sus ciudades.

Pero, al mismo tiempo, los ayuntamientos sufrieron en aquellos primeros momentos un déficit organizativo que se tradujo en un cierto vacío de poder que de manera espontánea fue suplido por la voluntariedad del aparato administrativo y técnico existente; un aparato muy cualificado y capaz, pero que en mal pago fue víctima de un inicial e injustificado recelo de las funciones que ejercían.

Hay que reseñar que esto fue así y que ahora, pasado el tiempo, se reconoce el grave error que se cometió al identificarlos con el aparato político del régimen anterior.

Y aún a mayores habría que señalar que, guardando cierta correlación con lo citado, ha venido surgiendo a lo largo de los últimos años otro error, que es el del grave deterioro de las funciones encomendadas a estos cuerpos, consecuencia de diversas modificaciones legislativas que han ido limitando o condicionando el ejercicio básico, independiente y objetivo del asesoramiento jurídico y de las tareas de control y fiscalización de la actividad económica y financiera de nuestras administraciones locales. Todo ello ha derivado finalmente en situaciones no deseadas que son conocidas por todos y que no es éste el momento de recordar.

La casualidad hace que este mea culpa se entone en coincidencia con el bicentenario de la Constitución de Cádiz de 1812, antecedente más remoto de los cuerpos nacionales, momento en el que se institucionalizan en los ayuntamientos las figuras del secretario y del tesorero, bajo la forma de «depositario» (el turno para la definición de los interventores llegaría un poco más tarde), fundamentándose entonces su presencia y sus atribuciones en los principios del nuevo Estado que promulgaba la nueva Constitución al apelar a valores y principios de gestión que pretendían acabar con el caciquismo local y con los nombramientos vitalicios, trasladar a estas instituciones el rigor jurídico y económico del que carecían.

Luis Arce forma parte de una generación de servidores públicos que tuvo que estar y que supo estar en ese complejo período de tránsito democrático que enmarcó la Constitución de 1978. Y en su memoria, en honor a sus esfuerzos y aportaciones, es de justicia reconocer y reiterar ahora que la modernización de nuestras instituciones municipales se ha consolidado gracias a un nuevo modelo de actuación y gestión política, pero también gracias al mencionado legado generacional: al impulso, a la formación y a la eficacia de una estructura administrativa y técnica formada por empleados públicos de diversos cuerpos y categorías que supieron adaptarse a los necesarios cambios que requerían las nuevas instituciones locales, pues así lo demandaban los ciudadanos.

Me consta, porque he sido testigo de ello, que su magisterio ha sido ejemplar y reconocido no sólo por sus compañeros de los antiguos cuerpos nacionales, sino también por todos los funcionarios y los empleados municipales que, a su lado, han tenido el honor de trabajar en distintas instituciones municipales.

Estoy seguro que en la próxima reunión del Colegio, del que él fue activo miembro, el recuerdo de Luis será unánime y emocionado. Ahora expreso, en nombre de todos, nuestro apoyo a toda su familia en estos momentos difíciles.