Museo etnografico «La casa de las doñas»

Declarada la primera colección museográfica privada de Cantabria, sita en Enterrías (Vega de Liébana)

Los profundos cambios experimentados en las comunidades campesinas desde los inicios del siglo XX tuvieron como consecuencia el abandono, cuando no el desprecio, de muchos de los utensilios y enseres que formaban parte de la vida cotidiana de aquellas comunidades. El museo etnográfico Casa de las Doñas quiere reivindicar su forma de vida poniendo en valor los elementos de su cultura material y arquitectónica; al mismo tiempo, la musealización de este conjunto se ha planteado como un acercamiento a estas sociedades tradicionales en su entorno cotidiano.

La “casa de las Doñas” fue durante buena parte del pasado siglo XX la vivienda de Don Tomás Díez, secretario del Ayuntamiento de Vega de Liébana. Tras su muerte, el gracejo popular la rebautizó en alusión a sus moradoras, la viuda del propietario y su hermana, que le sobrevivieron varios años más. Desde el punto de vista arquitectónico la casa remonta sus orígenes, probablemente, al siglo XVII, y constituye un buen ejemplo del modelo de casa de labranza típica lebaniega, construída con los materiales que ofrece el entorno, la piedra y la madera, y plenamente integrada en su medio natural.

16 de abril de 1920

Ese día se instala en la casa de los Díez de Bulnes en Enterrías, una joven señorita nacida en el seno de una reputada familia de la vecina localidad de Barrio: es doña Mercedes.

Su presencia vino a dar compañía y continuidad a la saga familiar que había quedado interrumpida por que su moradora, doña Marcelina, por causa de su virtuosa soltería no tuvo descendencia.

Doña Marcelina había llegado a la casa desde Villaverde para continuar la estirpe familiar, ya que sus tíos Ramón Gutiérrez y Manuela Díez tampoco tuvieron descendencia.

Ese mismo año, el 25 de noviembre, doña Mercedes contrae matrimonio con un joven preparado y prometedor: don Domingo Campollo, integrante de una numerosa y desahogada familia de Vejo, y fijan su residencia familiar en la casa de los Diez en Enterrías.

Con estos antecedentes los comienzos fueron prometedores. Contaban con una hacienda extensa y la formación de Domingo le posibilita un trabajo en la administración local (secretario del Ayuntamiento de Vega de Liébana), los servicios (agente de seguros y prestamista).

Los primeros años del proyecto vital del matrimonio los dedican con entusiasmo a acondicionar su hogar: Remozaron y ampliaron la vivienda familiar elevando una torre por el viento norte; adosan un ala vividera a poniente; recrecen al saliente la galbareta y la socarreña; construyen la hornera a la que adosan el pozo de riego, con su propia traída, y el lavadero; y culminan las obras cercando la huerta y plantado frutales.

Entretanto, el núcleo familiar se va conformando con la incorporación de nuevos miembros. A la presencia inicial de la tía Marcelina, se van uniendo sucesivamente los retoños de la pareja: primero una niña, Palmira, y posteriormente dos varones, Javier y Antidio.

Un luctuoso suceso vino a ensombrecer tan prometedora historia. El 20 de diciembre de 1926 un fatídico accidente de coche en Valmeo siega la vida de sus cinco ocupantes: son Domingo, su padre Cayo, un vecino de Toranzo y los dos jóvenes vecinos de Potes conductores del vehículo.

La trágica pérdida del patriarca de la familia va a suponer un giro radical en nuestra incipiente historia. La joven viuda y los tiernos infantes huérfanos van a ser prontamente arropados por toda la familia: Las hermanas de doña Mercedes, Irene y Luz, se mudan desde Barrio a la casa de Enterrías, al igual que su hermano Tomás.

También los hermanos de don Domingo, tanto los que permanecen en la casa familiar de Vejo como aquellos que han emigrado y han hecho fortuna en Cuba, acuden prestos a sostener emocional y económicamente a la familia.

El suceso conmociona al valle, que ha perdido a su secretario municipal, y sume en la melancolía a la madre viuda, sentimiento que se agudiza sólo tres años después, en 1929, cuando fallece la anciana tía Marcelina, que la lleva al confinamiento de por vida entre las paredes de esta casa.

Don Tomás, de profesión secretario municipal como su cuñado, se traslada a la casa y se convierte en el nuevo cabeza de familia. Ocupa también la plaza de secretario que ha quedado vacante con la muerte de su cuñado.

Cuando a mediados de los años 30 la controversia político-social deriva en contienda armada, al igual que el resto del país, la vida cotidiana de la familia de doña Mercedes conformada ahora con sus tres hijos adolescentes, sus dos hermanas solteras y el secretario, sufrió un nuevo vuelco.

La casa fue requisada por el ejercito republicano y convertida en comandancia. Idéntica suerte corrieron en el pueblo la casa de los Barcena que se convirtió en cuartel y dormitorio de la tropa y la iglesia parroquial que fue un improvisado comedor militar. El secretario se incorporó a filas y luchó en las brigadas disciplinarias en Corconte.

Con el desmantelamiento del frente de San Glorio, en septiembre de 1937, la familia recupera su casa y una vez finalizada la guerra civil el núcleo familiar se recompone con la reincorporación del excombatiente.

La dura postguerra, repleta de privaciones, persecuciones y penurias para todos, coincide con un nuevo conflicto bélico de ámbito mundial, y contempla la dispersión paulatina de la familia: Los hijos adolescentes salen de la casa materna a estudiar y las hermanas solteras a formar sus nuevos hogares.

Mediada la pasada centuria, los desposorios, los estudios infructuosos y prolongados o la ocupación laboral en la capital alejaron la descendencia de su progenitora y tutor, quedando doña Mercedes y don Tomás en mutua compañía como únicos moradores permanentes de esta casa.

Son tiempos duros de autarquía económica, pero la hacienda, plena de actividad hasta entonces, decae por falta de brazos. Los planes de desarrollo cogen ya a nuestros protagonistas en una fase de madurez y las innovaciones productivas no van mucho más allá del nitrato de Chile y la manzana Golde

A la jubilación del secretario, en 1964, la actividad económica se reduce a las gallinas pedresas de doña Mercedes, a los frutales de don Tomás en la huerta de Cantoña y a la tierra de patatas de Pumarín.

El fallecimiento de doña Mercedes en 1982 y el traslado de su hermano don Tomás a vivir con su sobrina de Ojedo, hasta su defunción en 1985, apagó el hogar de esta casa durante un cuarto de siglo, reavivado únicamente en las visitas vacacionales de sus hijos y nietos de Madrid.

Este capítulo se cierra el día 28 de diciembre de 2009, día de los Santos Inocentes, cuando una resolución judicial culmina un procedimiento sucesorio que duró 15 años. A partir de esta fecha se inicia una nueva etapa en la casa .

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