Fallece José Benito Mon Rodríguez, secretario jubilado de Cabranes
El pasado sábado 6 de Junio falleció en Oviedo, José Benito Mon Rodríguez, secretario-interventor del Ayuntamiento de Cabranes desde el 26 de agosto de 1981 hasta el 31 de agosto de 1993.
Licenciado en Derecho, fue Cabranes su último destino profesional, cuya andadura en este campo inició en Pozaldez (Valladolid, cerca del castillo de la Mota) el 11 de agosto de 1966. Allí estuvo, interinamente, hasta el 14 de julio de 1969. Al día siguiente pasó a Villasarracino (Palencia), ya en propiedad, hasta el 18 de marzo de 1974. Sus siguientes servicios, antes de recalar en Cabranes, los prestó en Santa María de la Isla (León), desde el 19 de marzo de 1974 hasta el 22 de abril de 1979; y en Belmonte de Miranda, desde el 23 de abril de 1979 hasta el mismo 26 de agosto de 1981, día en el que tomó posesión en Santa Eulalia.
Con motivo de su jubilación el Ayuntamiento de Cabranes, en sesión plenaria extraordinaria celebrada el viernes 25 de febrero de 1994, acordó, “recogiendo el sentir unánime”, celebrar una comida de amistad y “un voto de gracias por su abnegada dedicación y alto grado de profesionalidad demostrado en el ejercicio de su cargo”. El acta también indica, que no sólo lo ejerció con brillantez, sino que “arraigó profundamente entre nosotros, añadiendo a su gran sentido del deber un celo y un desinteresado afán de servicio a los cabraneses y al Concejo, más allá del estricto deber, y de amor por Cabranes y por las cosas bien hechas”.
La referida comida de homenaje, que él pidió expresamente fuese no estentórea sino adusta, se llevó a efecto el sábado, 26 de febrero de 1994, en el restaurante “Casa Joselu”, de Santa Eulalia.
Natural de Taramundi, Mon dejó en nosotros, efectivamente, una profunda huella. A su vez, huella dejó también en él su trayectoria profesional en tierras de Castilla, adoptando en buena parte el carácter serio, riguroso y austero del que hacen gala sus gentes. Quizá en ese período forjó acentuadamente su pasión por el control del gasto y por un uso responsable del mismo, que manifestaba con satisfacción cuando conseguía cerrar los presupuestos con superávit.
En otro tipo de consideraciones, sostenía que la vida, en el pueblo, empobrece, embrutece y envilece…, si no se permanece vacunado con una actitud persistente de la que emane seriedad y notable techo cultural, “que hay que propiciar y por el que es nuestro deber pelear”.
Excelente “lector” de fútbol, resumía la perfección las carencias y bondades de este deporte, del que le resultaba inexplicable que un jugador de la Primera División ejecutase mal un saque de banda, un córner o fallase un penalti. También gustaba de la buena música, con predilección por Alberto Cortez.
Retomando su labor en Cabranes, y el acuerdo plenario antes citado (adoptado “por unanimidad absoluta y con reconocimiento emocionado”), se dice en el acta del mismo que “es singularmente resaltable y elogiable su compromiso con Cabranes, donde decidió finalizar su vida laboral; y por la progresiva densidad de trabajo que a lo largo de sus doce años ha tenido que afrontar, a causa de la complejidad administrativa y de la creciente gestión de servicios públicos, resueltos por él con gran brillantez y agregando de su parte, sin contraprestaciones, horas y horas”.
Prueba de tan ingente tarea, es que con frecuencia llevaba trabajo municipal para su domicilio y que le tocó afrontar el relevo generacional del funcionariado, así como la trasformación del viejo caserón Consistorial y la última etapa de las viejas máquinas de escribir, de la confección manual de los presupuestos, de la lectura en voz alta de las actas y la transición a las nuevas herramientas tecnológicas (cuya complejidad, por cierto, sobre todo en el sistema de confección contable y tráfico informático e datos, le animó a la jubilación anticipada).
Y por eso hubo días en los que sentía envidia de los barrenderos de la ciudad de Oviedo, aparentemente destensionados y circunscritos a un perfil laboral de calle y exento de preocupaciones cerebrales.
Consumada esa jubilación, se marcó tener un objetivo cada día, en su entorno familiar, presidido por su esposa, María Asunción Lafuente Colás; sus hijos, José Luis y Lucía; y sus nietos, David y Andrés.
José Benito Mon fue despedido en la capilla del tanatorio de Los Arenales a las 11´15 de la mañana del domingo, 7 de junio.