Un ciervo en el cortejo funebre del secretario del ayuntamiento de Alp, Josep Bassols Gelí
Un ciervo figuró en el cortejo funebre del secretario del ayuntamiento de Alp, don Josep Bassols Gelí.
Se trata del ciervo “Alpi” muy popular en aquella población al que el finado había protegido en vida.
De entre las historias y leyendas que cuentan los vecinos de Alp, sin duda, es la más popular en la memoria de todos los vecinos. Además, la cabeza disecada del animal se encuentra presidiendo la sala de recepción del Ayuntamiento.
La historia del Alpi comienza el 21 de noviembre de 1957, cuando por orden del director general de Caza y Pesca, Jaume de Foxà, y con el fin de repoblar de caza mayor la zona, se liberaron un rebaño de ciervos, entre los cuales se encontraba el Alpi. El animal más osado o quizás más hambriento que los otros, buscó refugio y alimento, y sin saber cómo, el Alpi se encontró en medio del pueblo.
Se dejaba acariciar por los niños de la escuela, por los vecinos por los visitantes que le conocían y comía de la mano de sus seguidores.
Rondando por aquí y por allá, fue a parar a casa del alcalde Martí Taja, el cual se encontró con el animal, lo alimentó y cuidó.
Desde aquel momento, el Alpi se convirtió en un vecino más del pueblo. Tan pronto se le podía ver en la estación del tren despidiendo a los visitantes como en la escuela comiéndose trozos de pan y caramelos que le daban los niños.
Uno de los lugares preferidos de la Alpi era el Casino, donde el animal se entretenía visitando las mesas y comiendo lo que vecinos le daban. En una de estas mesas solía estar un buen amigo suyo, Josep Bassols, secretario del ayuntamiento de Alp, que se había hecho muy amigo del ciervo y que velaba porque nadie le hiciera daño. Hacían reír, sus charlas en la que le daba consejos. El animal, atento, lo escuchaba Pero un triste día de Julio de 1959 Bassols se murió. El Alpi como un vecino más del pueblo se añadió a la comitiva fúnebre del féretro y le acompañó hasta el cementerio. Allí quedó quieto ante el nicho contemplando como le inhumaban. Era como si intuyera la pérdida de un gran amigo.
El Alpi a pesar de su dócil y original comportamiento, no deja de ser un ciervo ya adulto, y muy pronto la época de celo lo llevó a buscar pareja en las montañas y recuperar su verdadera condición de animal salvaje. En esta situación de excitación sexual, el carácter del Alpi cambiaba y más de un desconocedor de la realidad fisiológica de la bestia tuvo una desagradable sorpresa. Cuando pasaba la época de celo, el Alpi volvía a ser el de antes y bajaba al pueblo para reunirse con sus amigos. Para entonces el Alpi ya era todo un señor ciervo que trabajo un metro setenta centímetros de altura y un peso que rondaría los 150 kilos.
Un día, de octubre de 1961 un médico de Olot, ignorando la veda decretada, al encontrarlo en el bosque le disparó un tiro y lo mató. Desde Madrid, de la Casa Civil del jefe de Estado se reclamó el ciervo como trofeo, pero el ayuntamiento de Alp nunca renunció su derecho que el Alpi descanse para siempre en el pueblo donde se había ganado el afecto y la benevolencia de los ciudadanos.
Ahora el Alpi, desde su lugar privilegiado en el Ayuntamiento, contempla los progresos de sus amigos y les da la bienvenida cada vez que traspasan la puerta de entrada de la Casa de la Villa de Alp.