Fusilado en la Guerra Civil
D. José María Franco Rodríguez. Interventor del Ayuntamiento de Alcalá de los Gazules. Fusilado en el mes de septiembre de 1936.
Natural de Algar, médico de profesión e interventor del Ayuntamiento de Alcalá de los Gazules desde 1934. Detenido y conducido junto al alcalde, Don Antonio Gallego y otros vecinos de Alcalá a la cárcel de Medina Sidonia. Según consta en su registro de defunción, murió en el mes de septiembre de 1936 en Medina Sidonia. Tenía 39 años. Casado con Amalia Ochoa Vázquez, deja una hija de 15 años.
Sus pertenencias más preciadas, su caballo blanco, su máquina de escribir y su puesto de interventor les serían saqueados. Hay quien le recuerda, sobre su caballo blanco y su delgadez, visitando enfermos, de pocos recursos, a los que no cobraba. A los pocos días de su detención, se volvería a ver su caballo blanco, aunque montado por otra persona (al robo, en muchos casos, se le llamaba incautación de bienes). También su máquina de escribir sería vista por vecinos de Alcalá en casa ajena. En aquella época, con toda seguridad, las máquinas de escribir serían escasas y la casa donde fue vista, evidentemente, no era casa de jornalero, ni de clases trabajadoras de Alcalá, entre otros motivos, porque, la mayoría, no sabían leer, ni escribir.
Su última pertenencia, su plaza de interventor, ganada legalmente en 1934, le sería arrebatada: sería depurado por su pertenencia al Frente Popular. Testigos con los que he tenido ocasión de hablar, insinúan, provocado aún por el miedo, que el motivo de su depuración, detención y fusilamiento, fue por ocupar el puesto de interventor que parece que “tenía que pertenecer a otro y no a él”. Su único delito, probablemente, fue el haber ganado limpiamente su plaza de interventor.
Sobre su muerte, las circunstancias que la rodearon, provocan escalofríos. Su primera tortura añadida es la de haber permanecido detenido en la Cárcel de Medina algún tiempo más que el grupo inicial con el que fue detenido. Fue detenido en julio y probablemente fusilado en septiembre. Sufrió torturas sicológicas, como tantos otros detenidos, por parte de carceleros y verdugos (incluyendo entre estos a los párrocos esbirros del fascismo) que le llamaban para confesar o le engañaban con el “ahora te toca a ti” para mofarse posteriormente. Finalmente, hay quien asegura, que debido a su extremada delgadez, tuvo que ser fusilado sentado en una silla.