Los «Pepito Grillo» locales
Lorenzo Pérez Sarrión 12.05.2017
Hace poco, una colega y gran comunicadora publicaba en este diario un artículo titulado Los tocanarices. Poco antes se había difundido otro, de tenor parecido: Sobre cómo ser una buena aguafiestas. Leer esas reflexiones en voz alta me ha motivado a expresar en voz alta un lugar común sobre el que muchos empleados públicos, y más en concreto los habilitados nacionales (secretarios, interventores y tesoreros de ayuntamiento) venimos reflexionando, de forma más o menos explícita sobre la realidad –jurídica, social, política y económica– en la que día a día interactuamos como servidores públicos.
Seguir con esa serie me parecía buena idea, al menos para poner en valor los aspectos esenciales de independencia, rigor, especialización e imparcialidad con que deben ejercitarse, inexcusablemente, determinadas profesiones, al igual que con el periodismo. Los habilitados nacionales trabajamos en un contexto complejo, en tanto que así lo es la política local actual: variable, judicializada, cambiante y mediáticamente convulsa.
Tratamos de sumar rigor, aportar conocimiento, añadir seguridad jurídica, con objetividad y profesionalidad independiente: sentido común, en definitiva, como compañeros de viaje de unos representantes políticos que ejercen un mandato ciudadano temporalmente acotado, presionados por un entorno tan difícil como desconocido para el que tampoco nadie les ha preparado. Y en ese ejercicio, responsable y especializado, de las funciones reservadas, los habilitados nacionales no siempre decimos lo que el político quiere escuchar, pues nuestra obligación es decir lo que corresponde con arreglo a Derecho, aunque a veces ello sea políticamente incorrecto e incluso en ocasiones se puedan derivar consecuencias negativas, profesionales e incluso personales, para quien con valentía y rigor, lo viene haciendo.
Conocemos casos. La discreción y la responsabilidad difieren a otro momento algunos ejemplos relevantes. Y casi siempre lo hacemos en silencio. Es apenas un granito de arena en el trabajo diario por hacer que las cosas vayan un poco mejor, en aras a satisfacer el interés general, sí, pero siempre en el marco del Estado de Derecho, sin atajos, ocurrencias o experimentos, que no pocas veces acaban en los juzgados y tribunales, en el Tribunal de Cuentas o con la intervención de las Fuerzas de Seguridad del Estado o la Fiscalía de por medio.
Quizás sea llegado el momento, pues, de explicitar esa nuestra tarea, dando presencia social a ese rol de Pepito Grillo en Pinocho (la voz de la conciencia, para entendernos) que de alguna manera la ley nos atribuye, en el marco de las funciones jurídicas de asesoramiento y económicas de fiscalización y control que nos reserva a los habilitados el actual ordenamiento jurídico. Lo que no es mucho. Pero tampoco es poco. Y en eso andamos: en ser firmes Pepitos Grillos, pero con mentalidad constructiva y operativa (no somos el Doctor No?) posibilitando el ejercicio de las políticas públicas por quienes representan la legitimidad de la ciudadanía, que al fin y al cabo se lo merece (esas políticas y el respeto de la legalidad vigente).
Unos y otros deberíamos ser conscientes de esta realidad, pues de una u otra manera, a todos nos va la vida en ello. Aun con roles legales distintos, navegamos todos en el mismo barco y con idéntico rumbo. De otra forma, la cosa acabará en una deriva anunciada.